Las esquinas de mi ciudad están llenas de vida. Una vida rancia, agridulce, desganada y a veces mísera. Al lado de cada semáforo hay un domador de pulgas y en cada farola una princesa buscando príncipes azules a los que obsequiar con besos lascivos a cambio de un golpe de suerte con visa al paraíso. Junto a cada gran centro comercial florecen como champiñones un millar de micronegocios callejeros que sobreviven como peces rémora junto al coloso.
Ayer encontré a un anciano vestido de payaso con un bandoneón sucio y desafinado. Le acompañaba fiel un perrillo viejo con una falda con volantes que andaba a dos patas a ritmo de tango. Para expiar, en parte, mi sentimiento de culpa me acerqué a echarle unas monedas en una bolsa que había dejado en el suelo y él me dedicó unas notas de “Yira”.
Ayer encontré a un anciano vestido de payaso con un bandoneón sucio y desafinado. Le acompañaba fiel un perrillo viejo con una falda con volantes que andaba a dos patas a ritmo de tango. Para expiar, en parte, mi sentimiento de culpa me acerqué a echarle unas monedas en una bolsa que había dejado en el suelo y él me dedicó unas notas de “Yira”.
Verás que todo es mentira
verás que nada es amor
que al mundo nada le importa
yira, yira
y aunque te quiebre la vida
y aunque te muerda un dolor
no esperes nunca una ayuda
ni una mano, ni un favor.
Hoy en lugar del payaso jubilado habitaba en la misma esquina un trío de músicos desgarbados que tocaban pasodobles ante la indiferencia de los peatones que pasaban.
Ayer un hombre de mediana edad con aspecto de indigente a última hora de la tarde dormía como si no formara parte de este mundo en la puerta de un VIPS, mientras la gente salía y entraba del local sin reparar en él.
Espero no perder nunca mi capacidad de asombro. Me niego a sustituirla por una inmensa indiferencia.
No sé si nos hemos acostumbrado demasiado a justificar las desgracias ajenas. Me niego a cambiar. Y cuando veo tocando a alguien un pasodoble en medio de la calle, o un payaso desaliñado con un perrillo viejo bailando al compás de un tango sigo parándome a contemplar el espectáculo.
Y si, a cambio de unas monedas, me tocan una canción, yo regalo una sonrisa y me voy calle abajo tarareando el tango que me acaban de dedicar…
Ayer un hombre de mediana edad con aspecto de indigente a última hora de la tarde dormía como si no formara parte de este mundo en la puerta de un VIPS, mientras la gente salía y entraba del local sin reparar en él.
Espero no perder nunca mi capacidad de asombro. Me niego a sustituirla por una inmensa indiferencia.
No sé si nos hemos acostumbrado demasiado a justificar las desgracias ajenas. Me niego a cambiar. Y cuando veo tocando a alguien un pasodoble en medio de la calle, o un payaso desaliñado con un perrillo viejo bailando al compás de un tango sigo parándome a contemplar el espectáculo.
Y si, a cambio de unas monedas, me tocan una canción, yo regalo una sonrisa y me voy calle abajo tarareando el tango que me acaban de dedicar…
Cuando la suerte que es grela
fallando y fallandote largue parar
cuando te viene la vida
sin rumbo y desesperao
cuando no tengas ni fe
ni yerba de ayer
secándose al sol
cuando rajés los tamangos
buscando ese mango
que haga morfar
la indiferencia del mundo
que es sordo y es mudo
recién sentirás.
Verás que todo es mentira
verás que nada es amor
que al mundo nada le importa
yira, yiray aunque te quiebre la vida
y aunque te muerda un dolor
no esperes nunca una ayuda
ni una mano, ni un favor.
Cuando estén secas las pilas
de todos los timbres que vos apretás
buscando un pecho fraterno
para morir abrazao
cuando te dejen tirao
después de cincharlo mismo que a mí
cuando manyes que a tu lado
se prueban las ropas que vas a dejar
te acordarás de ese otario
que un día cansadose puso a ladrar.
(La Dama)
1 Gotas de Lluvia sobre mi Paraguas Rojo:
Me emocionan tus palabras, soy un admirador tuyo desde que conocí tu antiguo blog "La Chica del pLaneta Rojo". Espero seguirte muchos años en este espacio.
Publicar un comentario